Impulsos

Impulsos. Decía Iván Ferreiro en el concierto de anoche en La Laguna, que hay momentos de miserias en la vida de una persona que son inevitables y que siempre se vuelven a repetir. Sobre todo en las relaciones surgen momentos de miserias, y decía que era justo en el momento en el que ambos están de mierda hasta el cuello y que ya es imposible echarle la culpa al otro. Cuando nadie puede tirar la primera piedra. Vuelvo a escribir después de mucho tiempo. Han pasado muchas cosas en mi vida, salubres e insalubres. Podría dar nombres, fechas, contar sucesos, soy muy buena para todo éso, tengo muy buena memoria, y no sólo para lo que me interesa, me río a veces sola al recordar las veces que he quedado en ridículo y la he cagado notablemente. En mi última entrada del blog hablaba del rock y del jazz y de dos personas que eran incompatibles aunque apasionadas. La música no es así, aunque hayan géneros diferentes se pueden fusionar y surgir de ahí algo fascinante, emocionante, raro tal vez, pero finalmente algo que empastado puede resultar muy enriquecedor. Si la música nos hace sentir tanto y hasta algunos afirman que es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo, ¿Por qué las personas que nos movemos por biorritmos somos incapaces de empastarnos y fusionarnos? ¿Por qué no lo logramos? Ocurre cuando estamos hasta el cuello de miseria, como la denominaba Iván Ferreiro, que nos da por pensar, por darle para detrás y adelante a la película, que pensamos y sacamos conclusiones. Nos surge la vena científica y comenzamos a hacer hipótesis, crear curvas estadísticas con más de una variable y comparar. Y al final todos llegamos al mismo punto ridículo de nuestra existencia personal al cual, por otro lado, recurrimos y abandonamos constantemente, y el punto no es otro más que el de: Me dedicaré a mí y a mi vida. Es tan ridículo. ¿Qué pasa? ¿Qué antes de que te jodieran vivo y te rompieran el corazón no te estabas dedicando a tu vida? ¿A qué vida te dedicas después de una ruptura, no es eso una estafa para tu “anterior” vida la cuál compartías con alguien? Me parece ridículo que hayan diferentes vidas en función de si se está soltero o en pareja,  y que siempre perdamos nuestra vida cuando estamos en una relación y la recuperemos cuando no lo estamos. Es como ser Forrest Gump y estar sentado en el mítico banco a la espera de que llegue el autobús. Mientras llega el autobús le contamos nuestra vida a algún amigo o amiga, cuando ya ha llegado nos subimos a él y chao. Al amigo al que nos hemos aferrado como un clavo ardiendo en medio de nuestro oasis existencial ni le damos las gracias. Además, esto es tan real, ocurre tanto… Observo la valentía de la que hacemos gala. Y es que si de algo hacemos uso las personas es de la valentía. Tanto para decidir vivir solos nuestra vida como para decidir compartirla. Yo hago un trabajo constante de conciencia. Sopeso y busco artimañas para sobrevivir a la vorágine de información que nos llega desde todos lados y a la que yo, además, fabrico. Hablo de que cuando sales a la calle y te mezclas entre la gente, estás en un bar o en un restaurante o donde sea, la mayoría de las conversaciones tienen que ver con el amor y sus variantes. Luego frente al sexo opuesto todos somos valientes y subestimamos a los sentimientos. De a pie, todos somos autosuficientes. A todos nos va bien estando "solos", pero la realidad del caso es que el amor es el hilo conductor de nuestras vidas. Dejamos trabajos por amor, nos mudamos por amor, engordamos o adelgazamos por amor, aprendemos y desaprendemos por amor, creamos y destruimos por amor, somos y dejamos de ser por el amor. El amor es la única constante en nuestras vidas. Anoche al ver al gran Iván Ferreiro en directo cantando sus canciones de su picnic extraterrestre, sus confesiones de un artista de mierda y de lo que fuere, y darme cuenta de que esas canciones surgieron de momentos como los que describo y algunos más de felicidad doméstica, pensé: Nunca más tendré vergüenza de cantar una canción de “amor”. Buscaré la forma más real de hacerlo. Porque odio sonar cursi, odio lo cursi, los peluches, los corazones, las frases hechas. El amor no es cursi, ¡es real! y así debe mostrarse, cantarse, pintarse, escribirse, esculpirse. Dejé de escribir hace tiempo porque probablemente me habría enamorado de alguien que me subió el ego tanto que no llegaba a las teclas del ordenador, y que probablemente luego me dejó tan tirada en el piso que me era imposible llegar hasta el colchón de mi cama. Yo también me he tirado al suelo buscando consuelo. Hay un momento en medio de la miseria emocional en el que estás empezando a estar tan bien, que te jode tanto no compartirlo con la persona que te dejó, que rompes a llorar y pegas tu espalda a la pared y te dejas caer al suelo dejando pasar las horas. Volver a escribir después de esa miseria es como volver a dejar que te besen y sentirte bien por ello, entregarte a ese momento sin pensar en que no son sus labios o que no es él, es entregarte a ese momento sin mirar alrededor para que no te vean. Volver a escribir es volver a ser libre, porque la palabra es sanadora, escrita, hablada o cantada. Querer ser libre identificando una relación con cadenas, es sólo una opción más, pero no son todas por suerte. El amor es otra forma de ser libre y hacerlo es la máxima expresión de la libertad

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