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Sólo una confesión.

Después de un tiempo resulta que mi corazón palpita como nunca, siente lo que es ganar y perder con la misma intensidad con la que las olas llegan a la orilla. Ocurre que mis palabras no acompañan a mis sentimientos porque aprendió mi boca a que lo que diga se lo puede llevar el viento, o no tener sustento de otra boca, que a menudo no sabe ni siquiera consolar. Y ebulle el susurro que me vuelve loca, y me sube por la boca del estómago y lo vomito en forma de palabras para mi amor que es uno solo y que lo adoro, y a sus besos taciturnos y a sus brazos vagabundos que piden limosna de vez en cuando a mis muslos. Porque parece que ya no sé ni frasear, balbuceo como un 'sin dientes', eres el mejor presente de la lista que no me había tocado. Resulta que aprendió mi boca lo que duele un te quiero. Y por eso me ahogo y balbuceo, y no sé decir ni la mitad de la misa que antes solía dedicar a mis reos. Te miro y no me lo creo. Te adoro, eso sí. Lo confieso. Mi corazón está lleno, ente