Chao

Despídeme de tu silencio, de las muecas de hastío, de las paredes ensangrentadas. Entiendo que me halagas, que la elección aunque una daga pueda ser una rosa, y que aunque tenga espinas prefiero quedarme con su parte más sedosa, y arrancarla de la tierra que la aviva, aunque muera ensangrentada por sí misma. De la cuna no conociste su manto, del hogar sólo su espanto, del amor sus maltratos. De los gatos que te rondan cómo hacer canutos, del mar que tú eres más insulso, de mi amor mis reiterados indultos. Despídeme de tu ser más indigente, de la soledad errante que salvé por un instante, Del hijo non nato que me soñaste, del viaje a Madrid que planeaste. De Rocío y de Iciar. Buscaré siempre el cerro más alto para llorarte cuando te vea y no queden más sentimientos que los puramente físicos, cuando por no gritarte “desgraciado” , me enfermo y somatizo. Buscaré palabras de consuelo que vengan de otra parte cuando las mías no lo logren. Y daré gracias a Judas Tadeo por sus interminables aventuras y a ti porque me hagas esto a mis años, cuando aún me faltan dos décadas para que pesen más los errores que los mismos daños.

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